No, por desdicha, en Ur de los Caldeos,
ruina de adobes inmolados
en la sombra lunar de un tiempo infértil.
No buscarme tampoco entre las víctimas
del pasado, el presente y el futuro,
aunque argumentos no me falten
y hasta me sobren quejas y reproches.
Eso, mejor: sencillamente
no buscarme.
Mucho menos debajo de la cama
o atrás de las cortinas:
no estoy en contra de ocultarme,
pero me sé proclive al estornudo
y mis pies los descubren
incluso los radares más ineptos.
En los jueves hay algo que no haría
sospechar la existencia de los viernes.
Recorre la semana;
búscame ahí, en ese doblez
indemostrable, y piensa
que lo mejor será, quizás, no encontrar nada.
Encontrar algo en Ur, en Menfis, en Cartago
puede acarrear pequeñas maldiciones.
Mi ciudad, a su modo, ya está en ruinas.
(Acabo de publicar este poema en el número 16 del suplemento mensual Guardagujas, de La Jornada de Aguascalientes.)
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