28 de abril de 2011

Xemaá-el-Fná

La relación de Juan Goytisolo con la plaza de Xemaá-el-Fná (es decir, la relación humana del ciudadano Juan Goytisolo Gay con la explanada céntrica de Marrakech, pero también la relación literaria de la obra de Juan Goytisolo con el universo antropológico y artístico de Xemaá-el-Fná) puede rastrearse a lo largo de cinco textos, en lo fundamental: el ensayo titulado “Medievalismo y modernidad: el Arcipreste de Hita entre nosotros”, recogido en Contracorrientes (1985); los dos artículos finales de un libro dedicado en su conjunto al mundo islámico, De la Ceca a La Meca (1997), llamados respectivamente “Los últimos juglares” y “Patrimonio oral de la humanidad”; el capítulo 8 de La cuarentena (1991) y, desde luego, la extraordinaria “Lectura del espacio en Xemaá-el-Fná”, pieza final de Makbara (1980). En otros libros y textos dispersos de Goytisolo (como, por ejemplo, en dos ensayos de Crónicas sarracinas, libro de 1981: “De Don Julián a Makbara: una posible lectura orientalista” y “Vicisitudes del mudejarismo: Juan Ruiz, Cervantes, Galdós”) figuran valiosas menciones a Xemaá-el-Fná, pero los artículos y partes de novela citados más arriba son acaso los que abordan con mayor detenimiento y pasión el tema referido.

En sí misma, la plaza de Xemaá-el-Fná parece un lugar trivial y, como afirma cierta guía francesa de turismo, assez quelconque. Y es que las virtudes mayores de la plaza no son del orden de lo urbanístico: ningún edificio de alto mérito arquitectónico la bordea ni está orientada, por sólo mencionar un punto de comparación ilustre, según las normas de la perspectiva parisiense. Los verdaderos atractivos de Xemaá-el-Fná pertenecen a la esfera de lo intangible, de lo fugitivo; tienen que ver con la cercanía del mercado principal del viejo Marrakech y con el incalculable flujo diurno de transeúntes que va marcando la explanada transitoriamente; se manifiestan, sin que haya manera de preverlos, entre los embustes de algún “encantador” de culebras mansas, las voces de los vendedores de jugo de naranja, el bullicio en torno a las mesas de comida popular y los ocasionales contadores de historias y vendedores de remedios punto menos que milagrosos.

El interés de Goytisolo por Xemaá-el-Fná está vinculado con su particular visión de las tradiciones literarias europeas. El universo de Juan Ruiz y su Libro de buen amor, hecho de polifonía y goce verbal, mestizaje lingüístico y desenfado en la combinación de registros estilísticos, late aún, para el novelista barcelonés, en la plaza de Marrakech. El mundo en que, según Bajtín, se desenvolvió François Rabelais, desde la óptica de Goytisolo no se distingue del que conoció el Arcipreste y es a la vez el mismo de Xemaá-el-Fná y de la novela moderna, de James Joyce a Guillermo Cabrera Infante y Julián Ríos.

En el octavo capítulo de La cuarentena, por lo demás, Xemaá-el-Fná se tiñe apocalípticamente —y, más aún, se inunda— de sangre vertida en Irak y Oriente Medio en la llamada Tormenta del Desierto, esto es: en la “petroguerra infame” (Carlos Fuentes dixit) emprendida por George Bush padre al comenzar la década de 1990 y proseguida por George Bush hijo al comenzar el siglo XXI. Xemaá-el-Fná es, por lo tanto, además de un símbolo de humanidad efervescente, moderno y arcaico, un enclave político en la imagen del mundo que arrojan las obras de Goytisolo. El poder evocador propio de la plaza resulta del contrapeso entre su vitalidad intrínseca y su vulnerabilidad ante las agresiones de la intolerancia, la voracidad inmobiliaria y las modas impuestas por el consumismo, que tratan de hacer preferibles los estacionamientos de coches por encima de los andadores públicos.

En el nombre de Xemaá-el-Fná está probablemente la palabra fana, que significa muerte o aniquilación y es empleada en el vocabulario sufí para designar el éxtasis místico al que aspira el derviche. Muerte y aniquilación, en suma, son conceptos relacionados con dicha plaza: nociones no por fuerza positivas ni negativas, pero sí en todo caso vinculadas al intercambio frenético y bullicioso de narradores, mercaderes y mercachifles, como un trasfondo implícito de la vida y el movimiento.


(Estas páginas conforman un capítulo, el correspondiente a la letra equis, de mi libro de 2005: La migración interior. Abecedario de Juan Goytisolo. Lo retomo ahora con motivo del atentado suicida que ha tenido lugar en la terraza del café Argana, en Marraquech, en plena Xemaá-el-Fná.)