22 de mayo de 2011

Tres poemas en Crítica

DE LA NADA

Apareces,
te asomas de la nada,
y el sol, tras la tormenta,
parece respaldarte como un cómplice.

Yo pienso de inmediato en otros tiempos:
recuerdo con ternura
la mirada inicial de aquel otoño
y desempolvo aromas, paisajes, ocurrencias
y charlas animadas ―dijera el novelista.

Hoy, lo que son las cosas,
paso a tu lado sin mirarte,
cuidándome, ya que no el corazón,
sí ―no me culpes―
la bolsa del dinero.



JUST FOR THE RECORD

Nunca he debido preguntarme
cómo ―en la práctica― llegaron
los astronautas a la luna,
las vueltas a la tuerca,
Dios al octavo día.

Siempre mis dudas fueron otras.

Comenzando por hoy en la mañana,
siempre ―que significa casi siempre―
me han urgido cuestiones de otra índole,
como qué da sosiego a los imanes,
por qué nos duele que se rompa un vaso,
cuándo la noche se hace madrugada,
qué hay tan incómodo en los tres
pies del gato,
cuándo la madrugada
también es la mañana,
cómo ―en la práctica― llegaron
los pájaros al pico,
la serpiente al veneno,
el oro a la moneda fraccionaria,
las fortunas al índice de Forbes
y otras dudas acaso menos tontas
pero que, por pudor, mejor se olvidan.



A LA ESPERA

Por ahora
no estoy muriéndome.
No estoy cantando
ni despidiéndome de nadie
ni llorando por gracias o de nada
ni compartiendo el pan o el vino
por ahora.

Ya sé que no tengo razón,
que le pido al serrucho
que haga un árbol con trozos de madera
y al martillo, en silencio, que acaricie.
Pero en dónde, como no sea en la sombra,
puedo siquiera buscar luz
o nada más buscar
y encontrar, por ahora, lo que sea.

Estoy a la espera de señales
claras, explícitas, rotundas
en el tiempo, en el agua, en una nube
o en los asientos del café:
señales que desmientan
que, hasta la fecha, nada
quiere decir ni ha dicho nunca nada.


(Acabo de publicar estos poemas en el número 143 de Crítica.)