12 de noviembre de 2007

La música por dentro

Intenté componer obras de cámara
para guitarra Martin, acordeón,
armónica, tarola, órgano Hammond,
y fue pasando el tiempo de mi vida.

Me sugirieron contrabajos, flautas,
fiddle, banyo, maracas, regimientos
de cornos y trombones y cantantes,
y en mi vida sonaban los minutos.

Añadí letras dignas de una ópera:
libretos avivados por el coro,
fogatas incansables, holocaustos.

Y mi vida fue menos que un silencio
pactado entre dos notas, y el suspiro
del que intenta silbar y no lo logra.



("La música por dentro" es el poema final de Trece, breve cuaderno de sonetos falsos que acabo de publicar en LunArena, editorial poblana.)

4 de noviembre de 2007

De monumentos

Por las avenidas de la Guadalajara de siempre, de la Guadalajara céntrica, de la Perla estrictamente occidental, no suburbana, transita un pintoresco turibús cuyo chofer, si algún camión del servicio público se aletarga en el carril derecho, embraga la tercera velocidad y se lanza valientemente a circular por los carriles medianeros. Pero ése no es el tema. El tema, todo él conjetural, es lo que irán oyendo los pasajeros de tan simpático transporte. A ver: “A su derecha, ya que no a la diestra del Padre, la Catedral, envuelta en humo negro”; y también: “Señoras y señores… con ustedes, ¡la Minerva!”; e incluso: “Adelantito del turibús, y casi se diría que incrustado en su defensa delantera, semejante a un simple amasijo de fierros retorcidos, el coche de un señor con cara de aquí se me acabó el fin de semana…”

En efecto, el coche de adelante del turibús ya no se debe contar (no por un tiempo, cuando menos) entre los “vehículos en activo de la entidad”, por mucho que luzca enfáticos letreros de “no al placazo” (no con zeta, sino con ese: todo hay que decirlo). Mientras llegan los ajustadores y el agente de la Secretaría de Vialidad, ¿qué les dirá el guía del turibús a sus decepcionados pasajeros? Conviene acercarse a oírlo: “El placazo no es otra cosa que la frustrada iniciativa del Gobierno estatal por imponer un canje de placas obligatorio a cambio de $1,200 por vehículo… Por otro lado, escribir consignas más o menos políticas en la ventana trasera de los coches, valiéndose para ello de un cartucho de tinta blanca originalmente concebida para teñir zapatos de médico, es una de las costumbres más arraigadas de la dinámica sociedad tapatía…”

En cuanto a las tres últimas palabras, es obvio que se trata de una exageración, como todo lo que dicen los guías de turistas. Qué dinámica ni qué nada. ¿No miraron hacia otra parte los automovilistas de la ciudad cuando se impuso, hará un par de meses, el llamado Viaducto López Mateos, injusto y dañino desde la perspectiva de peatones, usuarios del transporte público, vecinos y comerciantes del área? ¿Reaccionaron como el gremio que no son cuando se le prometieron a la ciudadanía, en las campañas políticas de hace un año y medio, cientos y cientos de obras y más obras viales costosísimas? ¿Han cerrado filas para imponerle algún freno a las maras de camioneros y minibuseros que ponen en riesgo a propios y extraños, amén de contaminar y desquiciar la ciudad?

Alguno de los mirones formula una pregunta extraña: ¿cuánto pesa un juego de placas? Pero no. Las placas de Jalisco habría que canjearlas de inmediato, pero no para venderlas al kilo y obtener con ello alguna ganancia financiera, sino para fundirlas y erigir monumentos en homenaje a los verdaderos próceres de la localidad. Una estatua de mil cabezas en honor del Automovilista Cívico, por ejemplo. Y otra de dos millones de cabezas en honor de los $2’000,000 anuales de sueldo que, como mínimo, cobra el Gobernador del Estado.



("De monumentos" apareció el día de hoy en Mural.)