CABRERA Acabas de mencionar un punto que me interesa y que tiene que ver con las polémicas. Es común encontrarte, en diversos blogs y foros de discusión en línea, no sólo comentando textos de otros poetas sino, muchas veces, señalando inconsistencias, contradicciones, corrigiéndoles la plana. Y es también común que, para replicar, en dichos espacios se recurra al denuesto, a la mofa y la agresión o de plano al silencio lapidario antes que a los argumentos. Visto lo cual, ¿qué tan necesarios y eficaces te resultan estos medios para emprender una reflexión, una discusión y un debate serio sobre asuntos poéticos?
DE AGUINAGA Aclaro: no incurro nunca en ese tipo de intervenciones cuando se trata de poemas. Yo suelo intervenir, siempre que me interese, ante cierta especie de artículos y textos que aspiran a ser críticos y que me parecen deficientes o abusivos. Y siempre intento moderarme y ser mínimamente correcto, no renunciando al sentido del humor, desde luego, pero sí evitando el argumento ad hominem y buscando ser propositivo. Me parece que algunos críticos, administradores de blogs y reseñistas del medio abusan de la intriga y el mero bateo de foul. Y una cosa es criticar y otra muy distinta es decir que no a todo, ¿verdad? En cuanto a la intriga, es obvio que no debe tolerarse; pero no según los principios o intereses de un gremio, porque sencillamente creo que los poetas de México no formamos ninguno, sino en razón de convicciones personales. Yo aspiro nada más a conversar sobre poesía —no sobre las aventuras o miserias de los poetas— y me sorprende que muchísimos poetas no sientan esa misma necesidad. Por otro lado, siento que, así como un poema se puede cargar de insinuaciones y de sugerencias, un artículo de crítica de poesía debe ser explícito y estar libre de arbitrariedades. Lo común, sin embargo, es que todo el tiempo estén usando la palabra individuos que hablan de tal o cual fenómeno poético en el mismo tono, con el mismo entusiasmo acrítico y la misma ceguera de quienes intentan demostrar la existencia de los ovnis y nos abruman con pruebas que solamente lo son para el que se dispone a entenderlas como tales. Es como si yo acomodara sobre una mesa tres pedazos diferentes de carne cruda y te dijera: "Éste, como es de carne de res y lo compré antier, es el precursor del segundo que te muestro, que compré ayer y es de pechuga de pato, que a su vez precede al tercero, de avestruz, que acabo de comprar hoy. En conclusión, la carne de res debe considerarse modelo y antecedente de las carnes de pato y avestruz". Pues bien: el primer trozo de carne sólo es el primero desde mi punto de vista, porque se ha dado el caso de que yo adquirí la carne de res antes que las otras dos; y éstas únicamente responden al presunto modelo de la primera carne porque las compré después, en un orden arbitrario, creyendo además en la palabra del carnicero, sin haberme tomado la molestia de ver cada ejemplo en su contexto, comprendiendo su propia necesidad y entendiéndolo en sus límites específicos, que son intransferibles e irrepetibles. Así las cosas, la estafa y el error imperan en muchos discursos aparentemente respetados y de sorprendente circulación en la red, y a mí me parece que no hay delito alguno en apartarse un momento y ver las cosas desde la periferia, formulando las preguntas y objeciones que vengan al caso. Después de todo, leer y escribir poesía no es otra cosa.
CABRERA ¿Crees necesario alentar una polémica seria en torno a la poesía? Específicamente, ¿sobre qué puntos?
DE AGUINAGA Tal vez no una polémica, porque no siempre hay diferencias concretas que dirimir, pero sí una suerte de conversación permanente, dotada no de un reglamente deportivo sino de una etiqueta, incluso de un código deontológico. Una conversación, quiero decir, en la que nadie tenga la obligación de participar, o no todo el tiempo; en la que se hable de cuestiones prácticas y valiosas, cuestiones de historia de la poesía y de crítica general, sí, pero también de prosodia, de dicción e imaginación poética. Una conversación en la que referirse in extremis a los gustos privados, a los pecados capitales o veniales y, en general, a los bajos impulsos de Fulano y Mengano esté ya no digamos prohibido, sino sencillamente abolido por la sensibilidad, ya que los argumentos contra el hombre siempre salen a relucir cuando al hombre de marras hay que descalificarlo a como dé lugar. Y, sobre todo, una conversación sin jerarquías ni moderadores. En lo personal, me impresiona y me abochorna recordar cómo, a los diecisiete o dieciocho años, yo creía tener una posición clarísima con respecto a Octavio Paz y Efraín Huerta, respecto de los Contemporáneos y del estridentismo, respecto de Vuelta y Nexos, pero eludía grandes bultos de métrica y acentuación, de verso y prosa, de cómo hacer crítica literaria y cómo no hacerla. Hoy, a los treinta y tantos, me veo recogiendo muchos de los tópicos y asuntos que desdeñé hace veinte años, juzgándolos entonces (equivocadamente) de poca importancia.
(Ya se puede leer en la página virtual del Periódico de Poesía la segunda parte de la entrevista que Víctor Cabrera me hizo el pasado mes de noviembre, charla de la que aquí se ofrece un fragmento. Hay que seguir esta dirección.)
3 comentarios:
Ahora hablas de un “código deontológico” para los poetas?! Pero si hace unos días le decías a un estudiante –que no era poeta y que te ganó en buena lid la discusión entre ambos- que la poesía no responde ni tendría que responder a “códigos ni deontologías”. Te tuvimos afirmando, diciendo contundentemente, categóricamente, eso. En fin.
No, anónimo lector: no estoy hablando (ni lo haré nunca) de imponerle códigos ni deontologías a los poetas. Lo que dije, y me parece todavía lo suficientemente claro para que vayas a releerlo, es que la gente que participa en discusiones y polémicas (no los poetas, o al menos no los poetas cuando escriben poemas: la gente que discute, que polemiza, que debate) debe apegarse a ciertos códigos de comportamiento, ya que polemizar es construir un tipo de relación interpersonal que debe suponer el mutuo respeto. Así que no hay que hacerse nudos: una cosa son los poetas, a quienes desde luego no hay que imponerles nada, como tampoco hay que imponerle ningún código a pintores, compositores o coreógrafos, y otra cosa es la gente que participa en polémicas y discusiones, que sí debe observar un mínimo ABC de buena conducta.
En cuanto al "estudiante" que me "ganó" una "discusión", quisiera saber de qué discusión se trataba y quién es el estudiante de marras, para levantarle la mano en señal de triunfo. Tampoco en esto nos enmarañemos: las discusiones no se ganan, como tampoco se pierden; en las discusiones de lo que se trata es de alcanzar acuerdos y, en el peor de los casos, por lo menos de aclarar las áreas grises.
Esto no es un ring de lucha libre, sino un blog literario en donde la gente puede opinar lo que mejor le parezca, siempre y cuando no insulte a nadie ni desvaríe ni se ande con heroísmos que no vienen al caso. ¿Era necesario aclararlo? Pues bien: lo aclaro. A veces respondo a los comentarios y a veces no lo hago. A veces la gente piensa o cree pensar lo contrario que yo, y lo dice. La mayor parte del tiempo nadie opina ni dice nada. Bienvenidos todos.
Sale.
Me refiero a Carlos Manuel Rivas.
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