Descubrí corazones
en el follaje de la higuera,
desigual en el verde,
negro definitivo a la distancia.
Dos o tres eran pájaros
que se abrieron de golpe, como frutos,
y agitaron las ramas al erguirse
dando voces de alarma o de victoria.
Los demás palpitaban sin angustia,
sin despecho, sin ira
ni más alteración que la del viento.
No hizo falta grabarlos en el tronco
ni teñir sus latidos
con el pigmento de la savia:
ya estaban engastados en la sombra,
ya el volumen del aire
los alzaba, invisibles, contra el resto del mundo.
El tiempo no les importaba.
Nunca me hubieran presentido
—aromas, nervios, músculos de noche—
de no ser por tu sueño, que se fue deslavando,
y nuestras iniciales al margen de la estampa.
("Coto de caza" está en el más reciente número, el 52 de la nueva época, de la Revista de la Universidad de México.)
2 comentarios:
Hola, que bello poema, pase navegando y encontre tu blog. Te dejo un saludo.
Un monje le preguntó a Joshu: "Esta vaca, ¿tiene la naturaleza de Buda?"
Joshu respondió: "¡Mu!"
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