al río Neckar, al mes de agosto, a Gonzalo Rojas
En todas las ventanas hay un río, y en donde
no hay ventanas. Una
torre y un
río, porque al hombre
no le dicen dos veces que se aferre
a sus danzas, sus ópalos, sus miserables
monedas. Cuando apenas se abren
las horas iniciales de la noche, ya termina
él de oficiar embrujos y exorcismos,
ya cierra las hogueras como llaves
de un gas inútil. Ya
está de nuevo con sus símbolos,
seguro, cubierto, a buen resguardo, ausente.
*
Las horas iniciales de la noche
y el abandono de las piedras y la encina: las piedras,
que no llevan trazado
el alzamiento de ninguna torre, la distancia
de ningún camino, ésas,
solas,
se desperdigan bajo un árbol
y es adrede.
*
Tres o cuatro monedas
en el fondo, en el
lecho. En un fondo,
tal vez, más impreciso: el del mar,
que no es lecho. Tres
o cuatro, sin huir
del símbolo
como has huido tú
del nombre. No todos
nos llamamos. Tú,
por lo menos,
no te llamas. O podríamos mirarte:
un río, un puño
de monedas. Todas,
en el fondo,
todas las ventanas
son la ventana de una torre.
La más alta
o la única.
("Neckar, agosto, Rojas" apareció en el número 2 de la revista La Cabeza del Moro, del Instituto Zacatecano de Cultura. Desafortunadamente, algunas características tipográficas del poema no fueron respetadas en dicha publicación. Ahora "cuelgo" aquí este poema en una versión algo más fiel a su original.)
1 comentario:
Maestro, admiro mucho su trabajo.
Saludos desde Saltillo,Coahuila.
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