¿Qué piensas de la ciudad en la que vives?
Barbaridades. La ciudad en la que vivo me desagrada, me decepciona, me fastidia y me ofende al grado que resulta idiota confesarlo, porque todo aquel que me oiga quejarme no tendrá más que decirme: “Pues lárgate”. Al mismo tiempo, en mi ciudad hay tramos dispersos de tres o cuatro metros, o a veces de cuarenta o cincuenta centímetros, árboles aislados, patios imprevistos, esquinas mugrientas o dignísimas fachadas que me conmueven y me reaniman con bastante frecuencia.
¿Cómo eliges los temas de los cuales escribes?
No los elijo. Nunca sé sobre qué asuntos voy a escribir la próxima vez. Tampoco voy a repetir aquella tontería de que son los temas los que vienen a buscarme a mí, pero algo hay de cierto en que a uno se le impone decir esto, aquello y/o lo de más allá.
¿Qué aliento, ritmo, melodía, armonía o herramientas utilizas en tu trabajo poético?
Los que me parezca necesario emplear, sin mayor discriminación. O eso creo… Últimamente tiendo mucho, eso sí, a emplear el verso blanco ―medido, pero sin rima― con tanta variedad acentual y combinación de consonantes como me sea posible.
¿Qué decir?
Nada. De preferencia, nada.
¿Has escrito un arte poética? ¿Podrías mostrarla?
Para mi desgracia, sí. Está publicada en las últimas páginas de mi libro Lámpara de mano bajo el título de “La mano abierta”. Con las explicaciones de rigor, desde luego.
El momento histórico en tu trabajo literario.
No puedo saberlo. En poesía, desde mi perspectiva, eso que suele llamarse un “momento histórico” no corresponde tanto a un tema como a un tono, una tendencia en la elección del vocabulario, un ritmo. Pero es importante observar que, si pudiéramos detener el mundo en este instante, sorprenderíamos a cada ser humano en un momento histórico distinto, propio, intransferible.
Lo universal en tu trabajo literario.
Lo universal no existe para mí. Creo en la complicidad, en la compatibilidad entre un autor y un lector, o sea entre dos creadores de sentido.
¿Tienes un plan de trabajo en tu quehacer poético?
No. Ninguno.
¿Cómo revisas tus poemas antes de publicarlos?
Trato de pronunciarlos en voz alta, como cuando estoy escribiéndolos, o en todo caso intento imaginármelos así, en forma de palabra oral, sonora y audible. Trato de oírlos como sucesiones de frases, no de palabras aisladas. Y conste que no estoy hablando de oraciones: estoy hablando de frases. Las oraciones comunes y corrientes no sirven para nada. Tampoco las palabras aisladas.
¿Existen algunas circunstancias recurrentes a la hora de escribir?
Sí, una: siempre suena el maldito teléfono.
¿Qué puedes comentar de la unidad de un poema?
Que tiene más que ver con la progresión y con las resonancias de cierta prosodia que con el desarrollo de tal o cual “idea” o “pensamiento”.
¿Qué puedes comentar de la unidad de un libro?
Que no es obligatoria, pero sí bastante deseable de vez en cuando. La famosa “unidad temática y formal” que tanto se festeja en los dictámenes de los concursos literarios me parece, por sí sola, una tontería. Pero cuando esa unidad es una manifestación de la coherencia estética de una obra, sólo queda bajar la cabeza y acatarla.
¿Qué libros, ensayos, poemas o textos consideras vitales para comprender el fenómeno poético?
Ninguno. El “fenómeno poético” es incomprensible como tal. Pero, si la prosa es buena, muchos textos divierten y enseñan bastante, como Poesía y realidad de Roberto Juarroz, La otra voz de Octavio Paz o Las palabras de la tribu de José Ángel Valente. Aun así, debe recordarse que sólo se comprende por analogías y derivaciones. No es otra cosa lo que suele llamarse “pensamiento”: un sistema de analogías, derivaciones, énfasis y hasta omisiones necesarias. Dicho lo cual, a veces resulta más fácil comprender la poesía viendo Café y cigarrillos de Jim Jarmusch, oyendo a Lightnin’ Hopkins o mirando una fotografía de Don McCullin (yo prefiero su retrato del vagabundo irlandés) que leyendo cientos o miles de páginas de teoría literaria.
¿Existe un método que utilices para analizar poemas?
Ninguno. Me limito a escuchar lo mejor que puedo y a escribir sobre lo que resuena en mí, nunca sobre lo que me deja frío.
¿Tienes alguna posición o postura ideológica?
No lo sé. Creo que soy una especie de anarco-ecolo-pacifista. Lo que se dice, a estas alturas, una persona normal.
(Marco Antonio Gabriel, de la revista Prisma Volante, me lanzó hace poco este frisbee de quince preguntas insinuándome que debía responder a bote pronto. Confieso que me tardé algunos días. Aun así, mis respuestas llegaron a tiempo para figurar en el número más reciente del Prisma referido. En cuanto a la foto, el señor es el vagabundo irlandés de Don McCullin, retrato al que aludo en una de mis respuestas.)
1 comentario:
muy bueno
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