El 8 de septiembre pasado, en la primera plana de Mural, apareció una breve nota que, bajo el título de "Investigan, pero no producen", justificaba de manera sesgada el horror que a determinadas instituciones (tanto públicas como particulares) les inspira la sola existencia de la investigación universitaria en materia de artes, humanidades y ciencias de la sociedad. El texto que presento ahora es la carta que redacté y envié a Mural sin otro fin que intervenir en tan específico debate. Debo reconocer que se trata de una carta demasiado extensa para los restringidos espacios que Mural suele reservar a la expresión abierta de sus lectores, de modo que comprendo que no se haya publicado aún. Sea como sea, la publico yo mismo ahora en este blog, y a ver qué piensan los que por azar o dedicación estén interesados en temas tan recónditos y además pasen a leer lo que aquí se diga, que ya sería mucha coincidencia. (Otros pasajes de mi corta vida como escritor de cartas al director los había narrado en un artículo de hace cuatro años.)
Un fantasma recorre las primeras planas: el fantasma del intelectual ocioso. La nota de Dubraska Romero y Gabriel Orihuela titulada “Investigan, pero no producen” (Mural, 8-IX-2008) así lo demuestra.
Variante o subespecie profesoral del parásito universitario a secas, el intelectual ocioso cobra sueldos y sobresueldos estatales y federales, viaja sin utilidad aparente a congresos remotos y, amparado en el cuento de las “humanidades” y la “ciencia social”, publica libros y artículos redactados en jerga ininteligible. Nadie mejor que yo para decirlo: aunque tengo mi diploma extranjero de doctor, la Secretaría de Educación Pública (SEP) me reconoce como profesor con “perfil deseable” y soy miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), ninguno de mis proyectos ha servido para incrementar la resistencia de las vigas de acero, desarrollar la vacuna contra el cáncer o lograr que las vacas produzcan más litros de leche por segundo.
Como profesor investigador titular de la Universidad de Guadalajara (U. de G.), y más específicamente del Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño (CUAAD), admito que a los universitarios de mi pelaje nos vendría muy bien un poco de autocrítica. Desde mi cubículo de veinticinco metros cuadrados, equipado con televisión vía satélite y jacuzzi, reconozco que me dedico a investigar asuntos literarios eminentemente improductivos y a enseñar no sólo Historia General de las Culturas, materia ya cuestionable de por sí, sino también Literatura Española del Siglo XX.
Harto de mi propio cinismo, renuncio a la vida contemplativa y propongo de inmediato que se apliquen tres medidas encaminadas a erradicar, ya que no de la faz de la tierra, sí por lo menos de los presupuestos públicos a los intelectuales haraganes (valga el pleonasmo). Ruego, eso sí, que la iniciativa me sea tomada en cuenta en futuras evaluaciones profesionales.
1) Que si, como afirma el señor Sergio García de Alba, los “diagnósticos” emitidos por sociólogos, juristas, filósofos, historiadores y meros críticos literarios pierden valor en la medida que “realizarlos” es “muy cómodo”, en lo sucesivo toda investigación humanística se adapte a un estricto tabulador de incomodidad que deje constancia del nulo, escaso, encomiable o fabuloso heroísmo del profesor en su eterna lucha contra la dureza de la silla, y que se premie según el caso.
2) Que, por decreto del Poder Ejecutivo, las instalaciones del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) de la U. de G. ya no se consideren parte del Estado, de modo que los numerosos miembros del SNI adscritos a dicho campus dejen de figurar en las estadísticas regionales, haciendo subir con ello el porcentaje de biólogos, economistas, ingenieros y tecnólogos en el próximo informe de Gobierno.
3) Por último, que los investigadores del CUAAD, los del CUCSH y demás holgazanes entendamos que, para investigadores, ahí están los privados y los antiguos policías judiciales, a cuya denuncia nos expondremos invariablemente mientras persistamos en confirmar la imagen de sediciosos, inútiles y vagos que se tiene de nosotros.
4 comentarios:
Claro Luis Vicente, No se va a caer un puente si alguien no habla esta semana de Miguel Delibes, por ejemplo.
Saludos de otro parásito. Aunque éste, no del sistema. Sino de la vida misma, que quizá es peor.
¡Aló, mi estimado Azote de Guanajuato! ¡Qué milagro! El que se puede caer es Miguel Delibes, digo yo, si le quitan el puente... ¿O cuál era la pregunta? Yo más bien sostengo lo contrario: que nadie haría puentes (ni siquiera de los que se caen) en un mundo sin libros ni humanidades ni universidades en general. Pero quién carajos está dispuesto a creerme, ¿no?
Concuerdo contigo, Luis Vicente. Ahora que si paso yo, lo más probable es que cualquier puente, así fuera el construído por el ingeniero más picudo, sucumbiría sin remedio.
Melo.
Ja, ja, ja, ja, no pude haber reído más, yo quiero un cubículo de con jacuzzi y tv.
Ahora entiendo por qué no te publicaron en el 'Mural', ja,ja,ja.
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