13 de octubre de 2004

Entrevista y poema en Tragaluz

SER UNA PUERTA Y SER ABIERTO

Con respecto a tus poemas, ¿qué es lo blanco?

Blanco es el espacio que se abre al final de cada verso, entendido éste como unidad rítmica y, por ello mismo, de respiración. A diferencia de la prosa, el verso debe concebirse desde un principio como una confrontación con el vacío. La silueta del poema —y también, por lo tanto, su cuerpo— debe cobrar existencia en función del vacío que lo sujeta. De la misma forma que las figuras en los cuadros de Rembrandt cobran existencia en función de la sombra que las envuelve, o sea la sombra de la que son precariamente arrancadas.

¿A quién escribes?

Trato, al escribir, de no dirigir ni orientar mi voz con rumbos predeterminados. En este sentido, como es lógico, no escribo en dirección de nadie. Sin embargo, intento hacer poemas que merezcan la escucha de las personas que amo.

¿Dónde está la luz?

Donde siempre ha estado: entre los ojos propios y los ajenos. Y, por extensión, entre los ojos y las cosas.

¿El poema es un organismo o una estructura?

Es ambas cosas: una estructura orgánica. La pregunta, en mi opinión, debe plantearse de otro modo: ¿sistema u organismo? A lo que yo respondo: más lo segundo que lo primero.

¿Dónde estás tú en el poema?

Quiero pensar que al margen, en la orilla. Pero no totalmente afuera, desde luego.

¿Cuál es tu experimento?

Hace mucho tiempo que no hago, al escribir, experimentos. Tengo, como todo el mundo, experiencias. Y no es que trate de rendir testimonio acerca de tales experiencias ni mucho menos. El poema, en tanto esfuerzo de la escritura, es la consumación de una experiencia integral de percepciones y movimientos de la comprensión: percepciones y movimientos que, simultáneamente, se resuelven dentro del universo de las emociones.

¿Abres una puerta?

Espero, más bien, ser yo mismo la puerta. Y ser abierto.

¿Cierras una ventana?

Trato de no cerrar ninguna. Y, si tengo que hacerlo, trato de no correr la cortina. Y, si tengo que hacerlo, trato de no apagar la luz. Y, si tengo que hacerlo, trato de abrir nuevamente la ventana.

¿El poema es un espejo?

No. El poema es un cuerpo que puede (y debe) proyectarse a manera de reflejo. Y las veces del espejo tengo que hacerlas yo, lo mismo escribiendo que leyendo. Ser ese objeto liso y pulido que recibe, sostiene y hasta multiplica las imágenes que vienen a su encuentro.



REFRÁN DE CIEGOS

Alzar la frente
no es mirar todavía.
Tú levantas la cara, hueles algo
en los principios de la lluvia
y no estás viendo.
Lejos de ti,
yo reconozco el mar que se aproxima
y no estoy viéndolo.

No miramos tampoco
al abrir las persianas o los párpados
ni al oír que los ojos
en verdad son ventanas.
Lo que supone todo el mundo
lo ignoramos nosotros.
¿Hay de verdad un rostro
detrás de cada máscara?

En el techo de asbesto
resuenan las primeras gotas.
El rayo escribe letras
doradas en el muro, y van borrándose:

formas de un tiempo ciego,
resplandores de inminencia y presagio.

Las manos huecas,
las cuencas de los ojos
y el agua de alejadas cavidades
presienten el espacio en que no estamos.



(En el penúltimo número de la revista Tragaluz, titulado "Señores y señores", aparecieron esta entrevista y este poema. Los ilustro aquí con cuadros de René Magritte, "La respuesta inesperada" y "Los amantes", porque la portada misma de la revista es un homenaje al pintor surrealista belga.)

6 comentarios:

isis dijo...
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Anónimo dijo...
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