29 de mayo de 2009

Otra semana de bondad


La discusión a propósito de Tríptico del Desierto, libro con el que Javier Sicilia ganó este año el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, y particularmente acerca del artículo escrito por Evodio Escalante y publicado en Milenio hace un par de semanas, ha continuado por vías más o menos predecibles. Esta vez me limitaré a dar cuenta de algunas de las intervenciones -doy por hecho que no las conozco todas, en la medida que se trata de un asunto que se ha dispersado por la red- absteniéndome de juzgarlas.

El viernes 22 de mayo, en alusión a mi crónica del mismo día, titulada "Una semana de bondad", Mariano Flores Castro mandó un e-mail colectivo en estos términos:

Agencias. La Comisaría de Guadalajara reporta que aviesos personajes están haciendo circular un texto crítico de Evodio Escalante, un hecho a todas luces reprobable y punible, no sólo porque ejercen su libertad de comunicar lo que se les pegue la gana, sino por difundir dudas e incitar a la gente a pensar, ¡oh! El dedo flamígero del comisario apunta al desmantelamiento de una red de malvados poetas que quieren ver hundido en el descrédito al ganador del más reciente premio Aguascalientes (hidrocálida versión del Nobel de literatura). Fuentes generalmente bien informadas afirman que el comisario sospecha de todo y de todos, incluyendo a los amigos del laureado poeta, y que ha armado este miniescándalo sólo para llevar lectores a su blog. Vaya usté a saber.


El sábado 23 de mayo apareció en Laberinto la respuesta de Javier Sicilia (respuesta no a Mariano Flores Castro, desde luego, sino a Evodio Escalante).

Al día siguiente, domingo 24 de mayo, Julián Herbert envió por correo electrónico una serie de observaciones a un grupo considerable de destinatarios:

Aprecio mucho a Evodio Escalante (aunque hace años no nos vemos) y no conozco a Javier Sicilia. Los apuntes que vierto carecen de todo viso personal.

1.- Eliot puso notas a sus poemas, sí. Pero la mayoría de sus plagios no están en esas notas, y tampoco aparecen entrecomillados. No da cuenta, por ejemplo, de versos de Dante que incluye íntegros y traducidos al inglés en “Cuatro cuartetos”.

2.- Se ha citado el ejemplo de Eliot pero, curiosamente, no he visto que alguien recurra al ejemplo de Pound ("No le copien al copión maravilloso”, dijo Gonzalo Rojas). Las apropiaciones de Pound no indican su origen, ni llevan comillas ni notas ni itálicas ni nada. Algunas fueron vertidas en su lengua original, pero otras en The Cantos se traducen al inglés y son puestas como versos originales sin que hasta ahora medie reproche alguno por parte de la crítica. Se trata de un procedimiento poético normal y nada reciente, como puede notarse en algunos otros ejemplos que doy.

3.- Un muy famoso carmen de Catulo (el LI) es apropiación de un poema de Safo; la única adaptación significativa practicada sobre el texto por el veronés fue la inclusión de su nombre de pila.

4.- La fórmula “parcite dum propero, mergite dum redeo”, de Marcial, es presentada como texto original por Garcilaso de la Vega de la siguiente manera: “dejadme allá llegar, y a la tornada, / vuestro furor ejecutad en mi vida”. Lo mismo ocurre con el famoso inicio de soneto “Oh, dulces prendas, por mi mal halladas”: proviene de la escena de la Eneida en que Dido encuentra la espada de Eneas. Garcilaso presenta la traducción textual de esta frase como un texto original, y hasta ahora nadie lo ha enjuiciado por ello.

5.- Fragmentos de John Keats aparecen en el cuerpo de los poemas de “The Beauty of the husband”, espléndido libro de Anne Carson. Hay traducciones de versos latinos incorporadas a “Albur de amor” de Bonifaz Nuño. Fragmentos de la Eneida fueron transcritos como parte de La procesión, libro de José Javier Villarreal. Manuel Gutiérrez Nájera incorpora versos completos de Alfred de Musset y de Agustín F. Cuenca a “La duquesa Job”, un poema fundacional de la tradición moderna mexicana (esto puede verse a detalle en las notas de la buenísima Antología del modernismo realizada por Pacheco).

6.- Podría seguir dando ejemplos de este procedimiento no solo en poesía, sino en novela (por ejemplo: el título y la base argumental de la Lolita de Nabokov provienen de la Lolita de Heinz Von Lichberg, publicada en 1916), cine (la escena de las escaleras en Los intocables, plagio de Ensenstein que Brian de Palma no puso “entre comillas”) o música.


7.- Mi querido amigo Evodio dice: “¿Estamos en un mundo en el que todo se vale?”. Yo le respondería: sí, y los seres humanos hemos vivido en él durante al menos los últimos 2 mil años. El plagio es uno de los mayores catalizadores de eso que llamamos tradición literaria. En realidad, poner las citas entre comillas o indicando de dónde provienen es un valor más apegado a la modernidad (concretamente al pensamiento romántico) que a la tradición clásica.

8.- Hay un excelente libro, publicado por Tumbona Ediciones, que aborda este asunto con una sabiduría y un humor impagables: Jonathan Lethem contra la originalidad (un breve ensayo que es en realidad un ejercicio de sampleo: el autor plagia unos cien fragmentos escritos contra la originalidad por autores de lengua inglesa y, con ellos, compone un ensayo originalísimo).

Abrazos,

J.


A bote pronto, ese mismo domingo, respondió Evodio Escalante:

Querido Julián:

Me da mucho gusto tener noticias frescas de ti. Leo tu paciente envío y me encanta tu conocimiento de la historia literaria. En mi artículo sobre Sicilia hablé de técnicas de apropiación y no propiamente de plagio... aunque casi todo mundo, empezando por el propio Sicilia, han entendido literalmente plagio. Sea como sea, no incurramos en posiciones cínicas. No, no todo se vale en todo momento. En caso extremo, aceptaría tu propuesta de que el plagio es una técnica milenaria y que no hay que ponerse levantiscos por ello. Sí, pero siempre que se trate del plagio superior, aquel que realiza un autor con verdadero talento, de modo tal que el plagio queda así superado y hasta enriquecido. Me temo que no es el caso de Sicilia, a quien se le ven los tijeretazos y las chorreadas de resistol. Con cinco o seis libros de poemas publicados, Sicilia no ha salido de párvulos, se nota a leguas lo escolar de sus trabajos de imitación.

En fin, es sólo un rápido comentario. Saludos!!


El primero en reaccionar a lo anterior fue Pedro Serrano:

Queridos todos,

no he subido toda esta discusión al Periódico de Poesía porque José María Espinasa me dijo, y siempre me dejo convencer por él, que dejemos a un lado los premios (ya me revolcaron a mí, mea culpa fuera del tarro). Sin embargo creo que se está poniendo interesante, y está siendo a cuatro bandas, casi snooker, que es un arte exacto, que diría Pancho Segovia.

Van mis comentarios.

Por supuesto que se vale el plagio. Por supuesto que todo se vale, sabiéndolo acomodar. No vamos a empezar a poner, a estas alturas, cotos a lo que se puede y no en poesía. Como todas las citas van con Eliot, pongámos una más: "hay poemas buenos, poemas malos y caos". Evodio ahora toca ese punto. Para él los poemas de Javier son y han sido siempre malos. Para el jurado el libro fue bueno. A mí me parece bien su apuesta. Y por ahí podríamos empezar una discusión válida. No sobre el premio, sino sobre el libro.

Si los poemas de Javier Sicila, independientemente de plagio o no, son buenos. Si cumplen cabalmente con su proyecto. Si su incursión en la mística es equivalente, digamos, en su actualidad, al Quijote de Cervantes o al de Pierre Remedo. Si es una escritura que se alumbra a sí misma o que sólo implora desde lejos. Si es mística actual y si hay mística actualmente, si puede haberla. Si su uso del canon es pertinente y es efectivo. Si los poemas son buenos, en suma, y cómo lo son, y qué buscan, y qué logran.


Yo fui jurado del Aguascalientes cuando ganó Dana Gelinas. Había una poeta de Ciudad Juárez que a mí me impresionó mucho, pero tenía algunos detalles que había que corregir. Dana presentó el libro más redondo y mejor armado en esa entrega. En eso coincidimos tanto Hugo Gutiérrez Vega como Ernesto Lumbreras y yo. Me sigue pareciendo un libro sorpresivo, irónico e incómodo en la tradición mexicana. Y eso me gusta. ¿Logra esto Javier desde su propia vertiente? ¿Lo logra como poema?

Al final de su respuesta Evodio se lanza contra la poesía de Javier Sicilia, que no le gusta. Por ahí debió haber empezado, y discurrido. Me gustaría ver esto argumentado.

Abrazos,

Pedro.


Baudelio Lara le respondió a Evodio Escalante directamente:

Estimado Evodio:

Me incluyo en ese "casi todo el mundo" que ha entendido literalmente que te referías a un plagio, en principio porque tú mismo lo identificas con apropiación. Dice textualmente tu artículo, a modo de cierre concluyente: "¿Quiere acaso esto decir que una vez que se inventó la intertextualidad ha dejado de haber plagios?"

Por otra parte, aun si la palabra plagio no hubiera saltado inapropiadamente para esclarecer el sentido esencial de tu artículo, creo que fue evidente para casi todo el mundo -para mí lo fue- tu posición crítica con respecto tanto a la apropiación como al plagio, actitud, por otra parte, respetable.

El saldo positivo de este intercambio epistolar es que ayuda a precisar la tesis que defiendes. Bastaría, en todo caso, que hubieras dicho en tu colaboración lo que sin ambages afirmas en la carta: que Sicilia es un imitador (y, como tesis secundaria, que se requiere un mínimo de n libros para pasar de párvulos a autor de verdadero talento).


Con respecto al tema del "todo vale" posmoderno, mi posición es menos urgente. Mal haría un artista que se precie de serlo si se impusiera restricciones, excepto aquéllas, éticas o estéticas, que convienen o se derivan de su tarea, proyecto o misión (como sea que entienda su trabajo), aquéllas que, sobrepasándolas o sublimándolas (en el sentido freudiano) configuran la "originalidad" (en el sentido de identidad y consistencia) de su obra. En este contexto, ubicar la discusión en los términos generales del mecanismo de apropiación contribuye al análisis, pero no es suficiente. Para hacer efectivo el principio de que no todo se vale en todo momento, habría que precisar, naturalmente, qué se vale y qué no se vale y cuáles son sus momentos. Esta operación, por supuesto, implica contrastar al menos dos posiciones éticas y estéticas: la del autor y, explícita o implícitamente, la del crítico.

Saludos,

Baudelio Lara.


Tomó de nuevo la palabra Evodio Escalante, ahora para dirigirse a Mariano Flores Castro:

Estimado Mariano:

Celebro tu comunicado y tu sentido del humor que entiendo como una muestra de solidaridad con mis posiciones críticas en torno al libro de Sicilia. Al menos, has considerado que toco un asunto que vale la pena debatir ENTRE TODOS. Creo que la raza exquisita de los poetas ha caído en pánico total, ve nomás la "respuesta" de Sicilia el pasado sábado en el Milenio. Y el lamentable silencio de los que lo premiaron.


Estimo que sería efectivo, para aclarar de una vez las cosas, que se envíe una carta a la burocracia cultural responsable con la atenta solicitud de que publiquen el acta redactada por el Jurado. Daría mucha luz, y acaso hasta encontremos ahí, si no la piedra filosofal, al menos algunas perlas dignas de disfrutarse, perlas de las que no hablaba Jesús, por cierto, sino nuestro más cercano Nikito Nipongo. Estoy seguro de que todos caeremos de rodillas iluminados y extasiados ante los argumentos esgrimidos por el H. Jurado Calificador.

Si te animas a redactar esta carta, cuenta con que yo seré uno de los primeros "abajofirmantes". Digo, también los premios salen de nuestros impuesto. ¿No es así? Todo esto, por supuesto, apoyándonos en la transparencia institucional que predican a voz en cuello nuestras autoridades.

Recibe mientras tanto mis más cordiales saludos!


El martes 26 de mayo, Julián Herbert volvió a dirigirse a Escalante:

Evodio querido (y demás compañeros de charla):

A mí también me da gusto retomar el contacto. Vaya un abrazo antes que nada y ojalá nos pongamos al día, pronto, en el plano personal.


Evodio, no estoy del todo de acuerdo con tu opinión (en parte sí: los recursos de apropiación en Tríptico del Desierto me parecen pertinentes para el contexto de la obra; me resultan por otro lado solemnes, faltos de ironía -no hablo de humor, sino de distancia histórica-; lo que, salvo una mejor argumentación, significa simplemente que el libro tiene a mi juicio muy buena hechura, me parece bueno y, a la vez, está muy alejado de mis gustos literarios). Por supuesto me parece respetabilísimo lo que tienes que decir, y además te agradezco haberlo hecho públicamente: la crítica nos viene siempre bien a todos. Sin embargo creo que, al menos en parte, la sobreinterpretación que se ha hecho de tu texto (en relación a los términos apropiación/plagio) proviene del texto mismo. No por el uso de determinadas palabras: por el método. Tú señalas como eje de tu crítica el uso de la apropiación textual (o plagio, plagio enriquecido, intertextualidad, la mar en coche: te confieso que a estas alturas la zona que divide a estas palabras me parece muy resbaladiza, por eso yo no te reproché en ningún momento el haber escrito "plagio") en el libro de Sicilia. Más adelante (en tu último mensaje) señalas que la carencia del libro no es la apropiación per se, sino el "torpe" uso que Sicilia hace del recurso. Pero es precisamente esta última valoración la que, me parece, está ausente (o poco presente) en tu artículo. Citas pasajes que demuestran cómo Sicilia se apropia de la obra de otros autores; lo que echo en falta es un ejercicio de crítica comparatista respecto de cómo el autor empobrece o "pega con Resistol" dichos pasajes. Por ejemplo: ¿dónde Sicilia parte del texto original y con qué fortuna lo ha traducido; dónde parte de traducciones previas?... Pienso en Rilke y sobre todo en Celan, dos autores cuya interpretación en lengua española es harto compleja. ¿Hasta qué punto el autor modifica la referencialidad del pasaje incorporado, o su cadencia, etcétera?... Creo que ese método sería el idóneo para ilustrar las fallas que afirmas haber encontrado; citar exclusivamente los pasajes originales y su versión en Tríptico... aclara el procedimiento como un hecho cuantitativo, no cualitativo.

Ojalá estés de acuerdo conmigo en que tu tesis podría resumirse así: "Javier Sicilia emplea la apropiación de la obra de otros poetas como un recurso literario; este recurso es practicado con torpeza por el autor". Sin embargo, me parece, en el cuerpo de tu artículo el énfasis se haya en la primera cláusula, no en la segunda.

Por otra parte, me resultan desmesuradas (en uno y otro sentido) algunas reacciones que ha despertado tu artículo. Considero innecesarios (hablo como lector, yo no soy juez de nadie) unos cuantos enunciados viscerales en la respuesta de Javier Sicilia. Por otra parte, lo comprendo: los mortales no estamos capacitados para recibir una retahíla de insultos y quedarnos tan tranquilos. Y no me refiero a lo dicho por ti, Evodio, sino a la cantidad de mierda tipográficamente pura que se ha lanzado contra la obra y la persona de Javier Sicilia en medios como la benemérita entidad Círculo de Poesía, donde siempre es más fácil publicar un insulto que un argumento. La carta que Sicilia te dirige tiene una inevitable carga personal; pero también cuenta con argumentos, y si revisas las cosas que se han dicho frente a ellos (por ejemplo esta llana estupidez: que tú tienes razón porque tienes un doctorado y Sicilia es corrupto porque es profe de prepa) creo que te pondrías sin dudarlo del lado de Javier, al menos en este punto.

Coincido con Pedro cuando señala que deberíamos concentrarnos más en la poesía y menos en los premios. En ese sentido, tu artículo me parece bien planteado salvo en un punto: la referencia a los jurados del concurso. Año con año, los jurados del Aguascalientes son la mala del cuento. No puedo estar de acuerdo, y no porque los jurados me caigan bien o mal o porque yo comparta su juicio (rara vez comparto su juicio): es porque participar en un juego nos impone, por decoro, respetar sus reglas. Aun si consideramos que otras personas no lo han hecho. Me parece bien que la crítica se ocupe año con año del nuevo premio Aguascalientes, me parece bien que el libro sea tratado con gran expectativa, incluso con dureza. Con lo que no estoy de acuerdo es con que se cuestione su legitimidad o la de los jurados. Y esto se hace año con año. Lo cual habla de la falta de hábitos democráticos no tanto entre las autoridades y/o los jueces: entre los ciudadanos/poetas.

Evodio, este mensaje parte de tu artículo y tu respuesta a mi primera carta, pero aprovecha el vuelo para comentar cosas que otros han escrito (y de las cuales por supuesto tú no eres responsable); olalá eso no te irrite ni te parezca abusivo.

Aprovecho (yo sé que este mensaje le llegará) para felictar a Javier Sicilia por el premio.

Un gran abrazo a todos,

Julián Herbert.


Ese día yo también le dirigí un mensaje a Evodio Escalante:

Evodio:

Leo tus recientes mensajes a Julián Herbert y Mariano Flores Castro y comprendo hasta qué punto es difícil llegar al menor acuerdo a propósito de tu artículo y del procedimiento literario que, refiriéndote a Tríptico del Desierto, has identificado implícita y explícitamente con el plagio. Y no se trata nada más de las dificultades habituales en materia estética, que casi nunca llegan a resolverse. Más bien se trata de una dificultad esencial de tu postura, fija en su propia exaltación.

Le dices a Julián Herbert, por ejemplo, que "Sicilia no ha salido de párvulos". Me parece recordar que Javier Sicilia, sin embargo, está en tu antología de Poetas de una generación, 1950-1959. Ahora no alcanzo a entender por qué lo hayas elegido (y no importa que sea un libro de hace dos decenios). ¿Lo incluiste por equivocación? ¿Por caridad? ¿Porque, de cualquier forma, los demás poetas te parecían igualmente mediocres o pueriles? ¿O lo seleccionaste porque no pensabas entonces lo mismo que ahora, Evodio? De ser esto último, ¿quiere decir que tú también estabas en párvulos en aquellos tiempos y que por eso la poesía de Javier Sicilia te parecía de algún interés? ¿No hubiera sido mejor que, desde un principio, le presentaras a tus lectores de Milenio la evolución de tu propio gusto y, de haber sido el caso, los motivos de tu actual frialdad e incluso desdén por la obra de un poeta que antes no te inspiraba esa clase de sentimientos?

Evodio: cuando, en tu libro de poemas de 1988, Todo signo es contrario, dabas inicio a la primera sección ("Dominación de Nefertiti") con este verso:

Piramidal, funesta,


¿qué tipo de apropiación intentabas practicar? ¿Tosca o refinada? ¿Sofisticada o burda? Si con ese libro hubieras ganado un premio como el Aguascalientes, ¿habrías hallado justo que algún reseñista se limitara con testarudez a observar la procedencia de los no pocos versos ajenos que tú entonces absorbías y buscabas reelaborar en contextos ajenos a los originales? ¿Qué reacción hubiera podido esperarse de ti cuando se hablara de un libro tuyo en términos afines a los que tú empleaste para referirte al de Sicilia? Julio Hubard, sin ir más lejos, reseñó Todo signo es contrario en el número 155 de Vuelta: ¿crees tú que, por mucho que Hubard haya escrito esto: "Escalante se lanza al peligroso juego de las glosas libres, sin escatimar riesgo alguno: Sor Juana, Gorostiza, Paz, Neruda asoman en una especie de collage a lo largo de la primera sección", su crítica sea un ejemplo de obsesión, un caso más de guerra contra el plagio en el que no cabe retroceder ni un centímetro, un espectáculo de reiteración forense que no se plantea el deber de conducir a nada que no sea la confirmación de sus propios hallazgos?

Por más que advertir apropiaciones, paráfrasis, deudas, imitaciones y demás covers en la obra de cualquier poeta sea pasaje obligado para la crítica literaria, señalar todos esos procedimientos no garantiza desenlace alguno en términos de interpretación. Eso, desde mi punto de vista, lo comprendió sin mayor problema Julio Hubard al reseñar tu libro hace veinte años. Eso -buscarle un desarrollo, un desenlace a tus observaciones de lector e investigador- es, Evodio, lo que no has hecho tú con Tríptico del Desierto, acaso porque menosprecias a su autor y consideras inútil comprender su trabajo.


El argumento del plagio, hasta donde se ha podido ver con este mismo asunto, le suena convincente a lectores inexpertos o fanatizados y a columnistas ansiosos de justicia sumaria. Pero tú sabes que hay buenos lectores de poesía, lectores constantes y genuinamente familiarizados con las tradiciones antiguas y modernas, y que tales lectores no son abogados de segunda fila. Y sabes también que hacer crítica de poesía no es improvisar tribunales ni comandar pelotones de fusilamiento. Por eso me desconcierta que le propongas a Mariano Flores Castro dirigirle una carta nada menos que a "nuestras autoridades" para exigirles no una explicación institucional ni mucho menos una reparación, sino algo más humilde: una copia del acta del jurado. ¿Cuánta fe le tienes entonces a este asunto del plagio, Evodio, que al pensar en dirigirte a la burocracia cultural no te resuelves a ponerla en jaque y te limitas a pedir copia de un papel que, por añadidiura, ya es público? ¿Quieres, en tu inconformidad, querellarte contra Javier Sicilia, contra el jurado que lo premió, contra los funcionarios que formaron ese jurado, contra la editorial que publicó el poemario, contra los lectores que no estén de acuerdo contigo, contra los reseñistas que no refrenden tu parecer o contra un sistema fiscal que, haciéndote pagar impuestos humillantes, los reparte luego entre poetas que no son de tu agrado?

En realidad, Evodio, lo que juzgo menos admisible de tus "posiciones críticas" (eres tú mismo quien se refiere así a ellas) es la resignación con la que aceptas leer a un autor que tachas de infantil y el consiguiente mal humor con el que alegas un punto que ya te parece inapelable desde un principio. Ahora entiendo mejor el aforismo de Auden: "Reseñar libros malos no sólo es una pérdida de tiempo, sino también un peligro para el carácter". ¿No es fundamentalmente amargo leer un libro que se presiente malo, aún más triste leerlo hasta el final y después comentarlo en público sin otra finalidad que aclarar cuán malo se le sigue considerando?

Si por no aplaudir que surjan verdugos voluntarios como Roberta Garza, no celebrar la violenta bajeza del Círculo de Poesía ni dedicar mi tiempo a estudiar libros que juzgo de antemano desdeñables, Evodio, si por todo esto merezco ser incorporado a "la raza exquisita de los poetas", créeme que acepto con gran orgullo esa filiación.

Recibe, sea como sea, un apretón de manos de

Luis Vicente.


El miércoles 27 de mayo intervino Jorge Mendoza Romero en representación del Círculo de Poesía. Escalante le respondió y Mendoza Romero volvió a escribirle. Su "intercambio epistolar", que ya no es propiamente una discusión acerca del "plagio" ni del Tríptico del Desierto, o lo es nada más de forma incidental, puede leerse aquí.


Posdata del 8 de junio. Posteriormente han ido apareciendo nuevos artículos, como la contrarréplica de Evodio Escalante, una segunda carta de Javier Sicilia y una columna de Heriberto Yépez.

22 de mayo de 2009

Una semana de bondad

El pasado sábado 16 de mayo, en las páginas de Laberinto, suplemento cultural del diario Milenio, el poeta y crítico literario Evodio Escalante publicó un artículo que suscitó una preocupante reacción en cuestión de horas. El artículo, me apresuro a decirlo, ya era desconcertante de por sí, dado que se trataba de una falsa reseña de Tríptico del Desierto, poemario de Javier Sicilia que ganó este año el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes y acaba de ser publicado por Era. Falsa reseña, digo, porque no cumplía con las expectativas que despierta y que debiera satisfacer toda reseña, cosa que aparentaba ser dicho artículo: las de presentar, describir y, como mínimo, comentar en su conjunto la obra reseñada. El texto era más bien un artículo de opinión o, por mejor decir, un libelo encaminado a retratar a Sicilia como un plagiario y a su libro como una sucesión de citas encubiertas, literales en algunos casos, apenas modificadas en otros y condenables, por lo visto, en todos.

La mañana del mismo sábado, esto es: en sólo unas pocas horas, ya circulaba un mensaje de correo electrónico diligentemente preparado por el también poeta Mariano Flores Castro: mensaje dirigido a numerosos destinatarios “del medio”, como suele decirse. Flores Castro no dudaba en usar un imperativo: “Lean el texto de Evodio Escalante. Hace pensar”, y completaba su llamado a la reflexión con una copia electrónica del artículo de marras. Tantas ganas de hacer pensar a los colegas ya constituían por sí solas un espectáculo curioso. ¿Por qué Mariano Flores Castro no escribió, digamos: “Lean el Ion de Platón; hace pensar”, o incluso, con mayor audacia: “Lean el Tríptico del Desierto de Javier Sicilia, que por lo menos ya hizo pensar a Evodio Escalante”?

Al comenzar la nueva semana ya se había formado una pequeña bola de nieve. Mérito especial tuvieron los editores del blog llamado Círculo de Poesía ―donde la charla con argumentos y más o menos informada suele desfondarse bajo el peso del sensacionalismo y el insulto― y la columnista Roberta Garza, reconocible para quienes frecuenten los diarios del grupo Milenio. Los visitantes del Círculo de Poesía culparon a Sicilia de plagio y a los miembros del jurado que lo premió ―entre los cuales tengo el orgullo de contarme― de bochornosa ignorancia o de inaceptable complicidad, ratificando con ello una sospecha que ya deslizara Escalante al final de su artículo. Por su parte, Roberta Garza (que tampoco había leído el poemario de Sicilia) daba grandes pruebas de imparcialidad enalteciendo la “madriza” que le habían puesto al autor del Tríptico del Desierto y afirmando que los organizadores del premio deberían retirárselo al poeta ganador.

A estas alturas de la crónica, más de algún entusiasta se preguntará qué decía el artículo publicado por Evodio Escalante. Nada que no supiéramos los miembros de aquel jurado: que Javier Sicilia incorpora en sus poemas un volumen importante de citas que muchas veces no son presentadas como tales, esto es: que no aparecen entrecomilladas ni en letra cursiva ni son acreditadas a pie de página. Esto, que puede sonarle criticable o francamente digno de castigo a más de un advenedizo, en realidad es práctica no sólo común, sino plausible y legítima en el orbe de la poesía contemporánea. Siguiendo a muchos de los mayores poetas de la modernidad, Sicilia concibe la escritura como una crítica del sujeto, como un desmontaje del mito del autor y como una indagación en el concepto de originalidad, indagación que, más allá de la neurótica y habitual celebración de las peculiaridades, deriva en una exploración del origen por la vía de la tradición, que no le pertenece a nadie y pertenece a todos.

Tres o cuatro exaltados han persistido en ignorar esta evidencia. Roberta Garza, por correo electrónico, desdeñó mis primeros argumentos ―que yo le había presentado con acopio de referencias y ejemplos aclarativos― y me dirigió un mensaje refrendando su posición, desde luego carente de toda familiaridad con la poesía moderna. En cuanto a Evodio Escalante, lo correcto ―por ahora― es que le responda Javier Sicilia, cosa que sucederá mañana en Laberinto, según me han dicho. Por lo que se refiere a mí, he preferido escribir el epigrama de ilusoria latinidad con el que ahora concluyo:

Lucilio: para no tomarte
la molestia de comprenderlo,
tachas a Nevio de plagiario.
Y apenas dos horas más tarde
Pomponio y Floro, tus alumnos,
repiten, ágiles, tus juicios,
fulminan con tu rayo,
señalan con tu índice,
maestros, como tú, en el arte
de no tomarse la molestia.



ANEXOS

1. Evodio Escalante, "Sicilia y la apropiación como recurso poético" (Milenio, 16-05-2009)

2. Círculo de Poesía, "Sicilia: ¿intertextualidad o plagio?" (a partir del 18-05-2009)

3. Roberta Garza, "Todos somos plagio" (Milenio, 19-05-2009)

4. Luis Vicente de Aguinaga, mensaje a Roberta Garza (19-05-2009):

Roberta Garza:

Como lector y crítico de poesía, pero también como profesor de literatura y, no está de más decirlo, miembro del jurado del Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 2009, quiero expresarle mi desagrado y franco repudio (una cosa o la otra, según el humor con que se mire) por el artículo que publicó usted el día de hoy en Milenio con el título de "Todos somos plagio".

Evodio Escalante, autor del artículo al que usted hace referencia, publicado el sábado pasado en Milenio, ciertamente manifestó un aspecto concreto de su lectura de Tríptico del Desierto, libro de Javier Sicilia que ganó el concurso arriba mencionado. Un único aspecto, quiero decir: el de la relación de algunos versos del Tríptico (versos, no "párrafos", como escribe usted) con otros de T. S. Eliot, Rainer Maria Rilke y Paul Celan. De forma un tanto extraña, ya que al parecer se trata de un poeta y crítico sensible a las diferentes modalidades de la poesía lírica, Escalante no señaló en su texto que la cita encubierta, la paráfrasis y el "saqueo" de materiales diversos forman parte del repertorio técnico del poeta contemporáneo, y esto desde hace décadas. Roberta: por extravagante que le parezca, en modo alguno puede hablarse de "plagio" tratándose del nuevo poemario de Javier Sicilia. Ni el collage ni la paráfrasis ni la cita encubierta son operaciones condenables desde la perspectiva de la poesía tal y como debe ser entendida hoy en día.

Tiene gracia que una de las presuntas víctimas de Javier Sicilia sea nada menos que T. S. Eliot, acaso el poeta del siglo XX que mayor inteligencia y empeño invirtió en estudiar, explicar y practicar eso que ahora y aquí se ha dado en llamar “plagio”. ¿Aparecen tipográficamente destacadas como citas las numerosísimas apropiaciones, absorciones, traducciones y hurtos de los Cuatro cuartetos? La respuesta es categórica: no. En los Cuatro cuartetos no hay comillas ni hay cursivas ni hay notas a pie de página. El poema, para Eliot -como para su maestro Pound-, es un dispositivo de actualización de los diferentes pasados literarios (no sólo del pasado de tal o cual idioma, no sólo del pasado de tal o cual género). Francamente da risa que a Evodio Escalante le dé por asegurar que aquello de “In my beginning is my end” sea original de T. S. Eliot y que Sicilia no haga sino copiarlo. En realidad se trata de la divisa de María Estuardo (María I de Escocia, para los íntimos): “En ma fin est mon commencement”. Es famoso este aforismo, Roberta: “Immature poets imitate; mature poets steal”. Traducción: “Los poetas inmaduros imitan; los maduros, roban”. ¿Quién lo dijo? Tal vez no me lo crea usted: ¡T. S. Eliot!

Hablando de traducción, tampoco estaría de más recordarle a Escalante y a usted misma que ni Rilke ni Eliot ni Celan escribieron poemas en castellano, de modo que los fragmentos “plagiados” por Sicilia primero tuvieron que ser traducidos al español. Y, como no se trata de poetas que hayan sido traducidos una única vez ni mucho menos, primero habría que determinar si el acusado reelaboró determinada traducción o si tradujo él mismo esos materiales, lo cual supondría problemas de interpretación divergentes.

Es preocupante que, fuera de un círculo restringidísimo de aficionados y especialistas, la poesía no interese a nadie, Roberta, como no sea precisamente a personas que, como usted, se forman ideas falsas a partir de juicios ajenos y no se toman la molestia de leer por su cuenta los poemarios hipotéticamente tramposos. Es obvio que presionar al CONACULTA sugiriendo que debe retirar el premio a Javier Sicilia es apenas un ademán de ignorante irresponsabilidad. Si usted, como tantos periodistas de nuestro tiempo, lo que busca es erigirse como fiscal en este caso, me temo que ha llegado tarde: su admirado Evodio Escalante ya lo hizo primero, y cometió un error al hacerlo.

Puede ser que le interese saberlo: yo mismo escribí para la revista Crítica (núm. 132, mayo-junio de 2009, pp. 3-7) un artículo sobre Tríptico del Desierto, y en él cito a Eliot y menciono a Rilke y a Celan. La revista, para mi fortuna, comenzó a circular a principios de mes, quince días antes de que apareciera el artículo del sábado pasado. (Puede usted consultar mi texto siguiendo esta dirección: http://aguinaga.blogspot.com/2009/05/pronto-llegara-la-noche-triptico-del.html.) Se lo digo para subrayar que los miembros del jurado que premió a Javier Sicilia tuvimos perfectamente claro desde un principio que Tríptico del Desierto era un libro rico en alusiones, referencias, montajes textuales y citas explícitas y encubiertas. Percibir en ello un delito equivale a declararse incompetente, sin más, en materia de poesía y de literatura en general.

En algo estamos de acuerdo, Roberta: Evodio Escalante "le puso" a Javier Sicilia una "madriza", como dice usted. Fue una madriza de callejón, artera y cobarde. Una madriza en regla y una incitación al más crudo linchamiento, que ya está sucediendo. La diferencia estriba, sin duda, en que yo no celebro ese tipo de conductas y usted sí.

Sin más por ahora,

Luis Vicente de Aguinaga.


5. Respuesta de Roberta Garza (20-05-2009):

Si bien la paráfrasis, la emulación y el guiño hacia poetas o escritores admirados es costumbre perfectamente admisible, no lo es –y menos en un texto que va a ser enviado a concurso— el omitir especificar la transcripción o el tributo al rígido modo académico –es decir, con la cita correspondiente al calce o con comillas— o, de manera más libre, a través de la coherencia y tono interno del texto que no debe dejar duda que la propuesta es, justo, una alusión; en Tríptico pocos, fuera de ese círculo de jurados que apunta, detectaron una cosa o la otra. El apuntar que las discrepancias se debieron a diferentes traducciones me parece francamente desesperada –no, no hay tantas, me sorprendería que hubiera más de una por autor, aunque bastaría que se especificara quién usó cuál para dirimir el punto-, pero concedo que su carta me puso a dudar sobre la premura de mi juicio –y confieso mi error de prosista al nombrar párrafos a versos- hasta recibir la respuesta del propio Sicilia que me atribuye haberle endilgado dos adjetivos –deshonesto y corrupto— que jamás use para él; en mi texto su caso ocupa apenas la entrada y allí apunto meramente que el autor cambió los poemas originales para hacerlos pasar como propios. Los adjetivos citados por Sicilia –que, aquí sí, transcribe con claras comillas— como pertenecientes a mi artículo nacen únicamente de su imaginario, y apuntalan mi impresión de que las observaciones de Escalante fueron atinadas e inequívocas.

Saludos…


6. Luis Vicente de Aguinaga, segundo mensaje a Roberta Garza (20-05-2009):

Roberta:

En este segundo mensaje, permítame simplificar lo que intento decirle. Usted no sabe de lo que habla. Eso es todo. Yo no estoy refiriéndome a paráfrasis; mucho menos a guiños o emulaciones. Estoy hablándole de lo que hace T. S. Eliot cuando, en los Cuatro cuartetos, escribe (sin comillas ni tipografía cursiva ni aclaraciones a pie de página):

Y el camino que sube es el camino que baja,


copiando en esa línea, textualmente, a Heráclito y a San Juan de la Cruz. También estoy hablándole de lo que hace José Ángel Valente cuando, en Material memoria, concluye un poema con esta estrofa, dentro de la cual hay una cita encubierta de verso y medio (usted probablemente no la identificará) que procede, una vez más, de San Juan de la Cruz:

El aire abría
la latitud total de la mañana
y extendía la luz, y la caballería
a vista de las aguas descendía.


Estoy hablándole de un poeta que usted conoce y admira, el mexicano Evodio Escalante, que hace algunos años publicó un libro titulado Todo signo es contrario, y en él un poema ("Dominación de Nefertiti") cuyo primer verso es éste:

Piramidal, funesta...


¿Le suena? Es de Sor Juana Inés de la Cruz, y Escalante no se vale ni de comillas ni de cursivas para incorporarlo en su propio poema.

En cuanto a las traducciones de Rilke, Celan y Eliot, mucho me temo que su ignorancia es todavía mayor. Dice usted que "[le] sorprendería que hubiera más de una [traducción] por autor". Sorpréndase, pues. Como el tiempo concedido a los mortales no es eterno, me limitaré a mencionar de memoria tres de cada poeta, publicadas todas ellas en tiempos recientes. De los Cuatro cuartetos de T. S. Eliot han aparecido, tan sólo en México, las traducciones de Ángel Flores (Premià), José Emilio Pacheco (Fondo de Cultura Económica) y José Luis Rivas (UAM). Libros de Paul Celan que contengan el poema "Fuga de muerte" o "Fuga de la muerte", traído a colación por Escalante a propósito de un poema de Javier Sicilia, los hay en traducción de Jesús Munárriz (Hiperión), José Luis Reina Palazón (Trotta) y José María Pérez Gay (UAM). En cuanto a Rainer Maria Rilke, han traducido las Elegías de Duino Juan Carvajal y Lorenza Fernández del Valle (UNAM), Hanni Ossot (Monte Ávila) y Eustaquio Barjau (Cátedra). Y no sólo ellos; créame que hay muchas otras versiones publicadas.

En cuanto a los adjetivos que le aplique a usted Javier Sicilia, déjeme asentar que la correspondencia entre ustedes dos no me incumbe ni ha sido hecha de mi conocimiento, de modo que no puedo emitir ninguna opinión. Exactamente lo mismo que tendría que haber hecho usted: reservarse cualquier opinión a propósito de un asunto que desconoce, una tradición que ignora y un arte que no es de su dominio.

Sin más que añadir,

Luis Vicente de Aguinaga.



(Dentro de un par de horas voy a leer esta crónica, ya que no los documentos anexos, en el programa radiofónico Señales de Humo, de Radio Universidad de Guadalajara.)

15 de mayo de 2009

Pronto llegará la noche: Tríptico del Desierto

Así como el azar hace las cosas bien, según suele decirse, la predisposición las hace casi siempre mal. Tratándose de Javier Sicilia, es un hecho que cierto prejuicio generalizado contribuye a entenderlo a priori como “poeta católico”, cargando en el adjetivo unas tintas que desde luego se le regatean al sustantivo. Cabe preguntarse, dado lo anterior, si etiquetar su lenguaje y sus preocupaciones con las fórmulas de la “tradición católica” y el “arrebato religioso” no acaba siendo tanto como juzgarlo un caso anómalo, excéntrico y, en consecuencia, más o menos ajeno a lo específicamente literario.

¿Se gana realmente algo al subrayar que determinado poeta mexicano del siglo XXI sea católico? Al menos en el México de hoy en día, referirse al catolicismo es apelar à tout et son contraire, indicando apenas una realidad proliferante y flexible que, si en ocasiones implica una verdadera ética del reconocimiento y el amor, otras veces colinda con el fanatismo y el desprecio; que, si está dotada en ciertos casos de un genuino sentido de cultura ―cívica, litúrgica o artística―, en otros adolece de intransigencia, mala retórica y superstición. Léanse, por ejemplo, estos renglones de Víctor Manuel Mendiola, de donde acabo de citar las expresiones “tradición católica” y “arrebato religioso”, y verifíquese cómo, por el solo hecho de girar en la órbita de lo católico, hasta las palabras “ejercicio” y “disciplina” se cargan de un significado parasitario que, lejos de cooperar en un mejor entendimiento de la poesía, retrasa y enturbia su comprensión:

En cuanto a la idea de un arrebato religioso informado, la nueva poesía mexicana presenta dos ejemplos dignos de ser mencionados tanto por la constancia como por el carácter apasionado que revelan: Javier Sicilia y Elsa Cross. Estos poetas más que explorar mitos buscan misterios y, además, realizan este ejercicio con una disciplina atlética. El primero, dentro de la tradición católica y, la segunda, dentro del hinduismo.


No rechazo las evidencias, por supuesto: en Sicilia, como en casi ningún otro poeta mexicano importante de las últimas décadas, no sólo el cristianismo en su versión más austera, sino igualmente los ritos, prácticas y creencias de mayor complejidad y sofisticación del catolicismo encuentran ya no se diga un lugar, sino un correlato con la historia (por lo general trágica) de la humanidad, con el imaginario poético y con la experiencia cotidiana. Ello, sin embargo, más que refrendarlo como buen católico lo refrenda como buen poeta, en la medida que sus libros han demostrado ser capaces de resistir ―no sólo de sostener― un diálogo intenso con autores profundos, bibliotecas enormes y cuestiones morales de suma gravedad. De ahí que, más que leer en su Tríptico del Desierto el destino del catolicismo ante la posmodernidad, yo he leído en cierta forma el destino de la poesía del siglo XX (Rilke, Celan, Eliot) en la del XXI.

Tríptico del Desierto es, como indica su título, una trilogía y, si se avanza un poco más en la descripción, una especie de triángulo cuya primera característica es la de ser no isósceles ni equilátero, sino escaleno. Cada una de las tres partes del volumen (“Las cuentas en los dedos”, “La noche de lo Abierto” y “La estría en el yermo”) tiene, pues, entidad particular, ya que ninguna es modelo ni repetición de las otras, pero a la vez resulta decisivo que los tres apartados no sean tres poemarios contiguos, puestos uno junto al otro por mera inercia o atavismo acumulativo, sino que sean en verdad tres estancias, tres averiguaciones, tres maneras de hacer una misma constatación: la del hueco, retracción o ausencia de Dios en el universo cuya creación se le atribuye. Se trata básicamente de la teoría del tsimtsum, esa retirada o contracción de Dios que, al menos desde la Edad Media hispano-hebrea, ya postulaba el cabalista Isaac de Luria, como enseñan Gershom Scholem y José Ángel Valente.

Que la “teología del vacío” no sea novedosa ni original de Sicilia importa muy poco. Lo que importa, más bien, son las vías por las que percibe semejante abstracción y se apropia de su sentido gracias a un ritmo, gracias a una respiración, gracias a una percepción sensorial más que a una concepción del mundo. Conviene subrayar cómo Sicilia se adueña del pensamiento del tsimtsum en palimpsesto, como traduciendo y reescribiendo un texto anterior:

Hueco, hueco, hueco,
todo viene del hueco,


dice prácticamente al final del Tríptico, y al decirlo interpreta y reelabora el comienzo del tercer pasaje de “East Coker”, segundo de los Cuatro cuartetos de T. S. Eliot:

O dark dark dark. They all go into the dark.


En otra página el estímulo no es menos entrañable, sabio y profundo, pero no se diría tan denso ni tan intrincado como los Cuartetos. Me refiero a un epígrafe que remite al Bob Dylan de Time Out Of Mind, su disco amargo y sereno de 1997, y específicamente al estribillo de Not Dark Yet: “It’s not dark yet, but it’s getting there”. Sicilia va mezclando con ésta dos o tres referencias más, y la última estrofa del poema ―nítida en la sensación, enigmática en la evocación― impresiona por su poder sintético:

No recuerdo a qué vine
ni qué ciudad es ésta entre las calles;
ya no sé a quién esperas en tu vientre vacío;
la calle sube serpenteando
y el viento silba en la iglesia desierta.
No recuerdo a qué vine.
Aún no ha oscurecido,
pero dicen que pronto llegará la noche.


Cuando, en otro poema, Sicilia escribe: “A las puertas del templo me senté a llorar”, templo y llanto se perciben ―dado el contexto― como verdades macizas, arraigadas en la estricta vivencia del poeta. Las meditaciones y rezos del rosario, que determinan la disposición y el orden de “Las cuentas en los dedos”, primera sección del Tríptico, hacen perfectamente necesario y verosímil que, al alcanzarse los misterios dolorosos, haya un templo de luto y, por lo tanto, una desgracia que llorar. El ademán de sentarse a sufrir el duelo, sin embargo, remite a las palabras de un poeta, el padre Alfredo R. Placencia:

Me sentaré a raíz, sobre la tierra,
mientras la vida calla y la luz duerme,
y el dique romperé, que el llanto encierra,


y a otras del ya referido T. S. Eliot, ahora en la Tierra baldía:

By the waters of Leman I sat down and wept,


y a las palabras de Nehemías:

Al escuchar estas noticias, me senté a llorar,


y, por supuesto, al salmo 137:

Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos
y llorábamos acordándonos de Sión.


En el poema de Sicilia, entonces, la selección de las palabras delimita un punto de confluencia en que se ven reunidas la tradición (religiosa, en efecto, pero de una religión escrita, y escrita fundamentalmente por los poetas) y el arbitrio individual. El propio Sicilia, buen lector de Placencia, prologó en 1990 el insustituible Libro de Dios del sacerdote jalisciense, modernista crepuscular. Entresaco de su “Presentación” estas líneas y enfatizo en ellas la noción de vacío, la experiencia del dolor, la conquista crítica de una conciencia, la recompensa de la revelación, el sentido del espacio y el centro y la forma como todas estas nociones remiten al problema de la identidad:

Podría decirse que el pecado vivido con la conciencia del dolor operó en Placencia con una fuerza semejante a la kenosis (vaciamiento) del místico. […] Sin embargo, a diferencia de [los místicos], el poema en Placencia no es un centro de la revelación, sino un espacio a través del cual el hombre calma su dolor y se confiesa esperando la misericordia salvífica. Así, el poeta es un hombre desgarrado y sufriente que en su dolor se asoma a su alma para descubrir su verdadera identidad.


Para todo católico, ese dolor y esa conciencia remiten desde un principio ―y casi exclusivamente― a la pasión y muerte de Cristo. En la poesía de Javier Sicilia, en cambio, el martirio del redentor desencadena toda una serie de asociaciones verbales y del imaginario cuyo núcleo es la liturgia pascual (y, más que nada, el oficio de tinieblas) y, con ella, un conjunto de rituales codificados en torno a la persistencia del fuego ante la oscuridad generalizada. Oscurecer el templo, en este contexto, es prepararlo para la manifestación de lo sagrado, lo mismo que oscurecer las palabras del poema ―o sea opacarlas, despojarlas de iluminación artificial― es ahuecarlas y vaciarlas con tal de posibilitar en ellas la expresión estética, que también es erótica y política: "Oscurecimos todo / para poder mirar la luz de donde vino […] / humillamos el río de la carne y su memoria / hasta volverlos noche de la noche en el silencio oscurecimos todo / licuamos cada parte de la sombra / cada uva de niebla / cada mosto de bruma oscurecimos todo hasta hacerlo indoloro / fingimos que era luz abrasados de sueños enlazados nos miramos la noche tras los ojos / oscurecimos todo y al final el cirio de luz el cirio de la carne contemplamos emergido del tiempo incontenible / fruto de su decir vuelto llama / que lleva en él la cicatriz del tiempo".

Importa observar, entonces, los mecanismos por cuya operación las creencias particulares de Javier Sicilia encuentran respaldo en su conocimiento del ceremonial católico y de los textos bíblicos o teológicos, pero ante todo en cierta concepción de la poesía. Formado en la preceptiva del Siglo de Oro castellano, el Sicilia de Permanencia en los puertos (1982), Oro (1990), Trinidad (1992), Vigilias (1994), Resurrección (1995) y Pascua (2000) era un poeta que trascendía el mero neoclasicismo de la silva, la lira y el soneto gracias a la energía introspectiva y la conmovedora sencillez de su inspiración. En gran medida es otro el Sicilia de Lectio (2004) y de Tríptico del Desierto (2009): más plural, menos empeñado en pulir la superficie del texto hasta volverla uniforme, más concertador y menos partidario del unísono.

Rainer Maria Rilke y Paul Celan, otros dos poetas de honestas y conflictivas relaciones con sus respectivas educaciones religiosas (el Rilke de “lo Abierto” contrapuesto al “mundo interpretado”, el Celan todavía discursivo de “Fuga de la muerte”) son presencias que también han contribuido a modelar el tono, la velocidad y el repertorio temático de Tríptico del Desierto. Tono, velocidad y temario, quiero decir, que informan ―por lo menos aquí, por lo menos ahora― eso que suele llamarse un aliento. Amplio, deseoso de nombrar incluso los pliegues más enigmáticos del ser y, al mismo tiempo, respetuoso del misterio que lo impulsa encubriéndose, no revelándose del todo, el aliento mismo del Tríptico del Desierto es aquello que lo vuelve irresistible, convincente, hondo y verídico desde que inicia el primer poema del volumen:

No sólo el río, tiempo incontenible,
sino la carne es un hermoso dios desnudo,
un puente edificado entre el allá y el acá,
débil, a veces fuerte y, no obstante, pleno en sus límites
como un ave tendida en el viento,
un signo en el abismo,
no una mera consecuencia de los dioses,
sino Dios mismo en su hueco,
en su presencia retraída…




(Recién publicado por Era, Tríptico del Desierto es el poemario con que Javier Sicilia ganó hace un par de meses el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes. Yo tuve la fortuna de formar parte del jurado con Francisco Hernández y María Baranda. Este artículo, por lo demás, acaba de aparecer en el número 132 de Crítica, correspondiente a mayo-junio de 2009.)

11 de mayo de 2009

De una charla con Víctor Cabrera

Mi buen amigo Víctor Cabrera, poeta y editor, tuvo hace algunos meses la incomprensible ocurrencia de hacerme una entrevista para el Periódico de Poesía. Hoy, como no hay plazo que no se cumpla, la primera parte del diálogo en cuestión acaba de publicarse. Reproduzco una pregunta y la consiguiente respuesta y a continuación invito a los visitantes de mi blog a leer el texto completo en donde ha sido publicado...

CABRERA Como sabemos, un poeta suele ser, en realidad, un cúmulo de poetas; en este sentido, es notorio cómo, a lo largo de los años y de tus libros, tu poesía avanza, más que por el camino de la decantación de un estilo muy personal (la tan discutida voz, personal o íntima, del poeta), por dos vías complementarias. Una, digamos, más clásica o tradicional, más diáfana, también, y otra en la que asumes una poética más críptica o abstracta, emparentada, creo, con tradiciones como la francesa y con ciertas vanguardias.

DE AGUINAGA En realidad, la figura que yo emplearía es la de los viejos discos LP. De pronto pongo el lado A y de pronto el lado B. Personalmente, tengo la convicción de que se trata del mismo disco que cambio de cara. Pero es verdad que las variaciones pueden percibirse. Fíjate, te voy a contar: cuando, en 1993, empecé a trabajar en un poema extenso que publicó la UNAM en 1995, titulado El agua circular, el fuego, tuve la experiencia de hacerme consciente de cuestiones que me interesaban ya entonces, pero de las que no era yo muy sabedor y que más o menos explicaría así: El agua circular... es un libro de una sintaxis desbordada, compuesto en una poética de la acumulación, de la sobreimpresión, del extravío, y sin embargo, me interesaba que los poemas estuvieran hechos de un material nítido, ya que no claro. Escribiendo ese libro me di cuenta, haciendo un examen autocrítico, de que no estaba siendo claro, que ningún lector podría decir eso de mi poema: que la claridad fuera una de sus virtudes; sin embargo, yo sí quería trabajar con nitidez las figuras de mi libro, que la pronunciación de las frases fuera nítida, más allá de que temáticamente o a nivel de contenido quedara claro de qué se trataba el poema. Entonces, empecé a diferenciar entre ambas cuestiones, por un lado la claridad que, si te soy franco, no me interesaba gran cosa, y por otro lado la nitidez, como esa virtud más prosódica pero también más del orden de lo imaginario. Es decir, que aunque no sepas qué simboliza una figura, una metáfora, una imagen, sí la veas, la percibas con claridad. Digamos que lograr la claridad en la percepción, no tanto en el entendimiento: eso es a lo que llamo nitidez. Si por algún ideal he tratado de dejarme llevar en todos estos años es por ese. Más allá de que haya claridad en cuanto a contenidos y temas. Por ejemplo, El agua circular, el fuego, Cien tus ojos y Reducido a polvo son libros tal vez temáticamente poco claros.


La entrevista, vale decirlo, tiene un título que me divierte mucho: "Yo no estoy ni para dar la hora". Y se puede leer siguiendo este camino...

4 de mayo de 2009

Luna en la hierba

Hace tres días recibí un mensaje de Marcos Daniel Aguilar, reportero y colaborador de Noticias Veintidós, agencia informativa del Canal 22 de televisión. Me pedía que le mencionara, en plena "temporada de contigencia", el título de algún libro que me pareciera recomendable para los improbables mexicanos que, obligados a permanecer en casa con motivo de la epidemia de influenza, tomaran la extravagante decisión de consagrar el tiempo a la lectura. Y que también expusiera, desde luego, las razones de mi recomendación. Esto le respondí:

Llevo semanas leyendo poco a poco un libro que se llama Luna en la hierba. Es una compilación de cincuenta brevísimos poemas clásicos de Japón (son tankas todos ellos) traducidos y comentados por Aurelio Asiain. Lo publicó Hiperión en 2007 y es realmente una maravilla. Queda perfectamente claro que los poemas, en su lengua original, tienen que ser muy bellos. Pero la traducción, que a fin de cuentas es lo que a mí me atañe como lector ignorante del japonés, me parece no sólo cuidadosa, sino inspirada y estimulante. Asiain traduce con el doble rigor del traductor y del poeta, y sus comentarios no sólo sitúan a cada texto y autor en su contexto histórico y estético, sino en muchas de las numerosas resonancias posteriores que dichos poemas han tenido en Japón y el resto del mundo. Por lo demás, la prosa de Asian es clarísima y esbelta. Sin olvidar lo que más importa: que la poesía clásica de Japón es deslumbrante, así por su atención al orden simbólico de la naturaleza como por su comprensión graciosa y profunda de lo que significa estar en el mundo. Luna en la hierba es un libro que yo recomiendo con todo gusto.


Ignoro si mi recomendación fue tomada en cuenta por Marcos Daniel. En todo caso, puede ser que dos o tres ejemplares de Luna en la hierba estén efectivamente durmiendo el sueño de los justos en otras tantas librerías del país. Conviene despertarlos y liberarlos, entonces. Yo vi uno hace poco en la nueva librería Gandhi del centro de la ciudad de México. (Nueva para mí, digo, que no visitaba el D. F. desde hace años.) Diré, por último, que un extenso y muy interesante artículo de Miguel Gomes a propósito de Luna en la hierba puede leerse aquí, o sea en Letras Libres de octubre de 2007.